LOS MÍTICOS TÚNELES DE CÓRDOBA

En el año 1973 el padre Pedro Grenon escribe un folleto sobre los subterráneos Cordobeses (1), alegando que jamás existieron. Cuatro páginas, que distan mucho de ser un estudio sobre el tema, y más bien conforman una especie de panfleto «anti-túneles», donde expone en síntesis tres cosas en defensa de la «no existencia de túneles en Córdoba»:

Que Sarmiento miente al referirse a las escapadas nocturnas de Gaspar Rodriguez de Francia (2) cuando era alumno del Monserrat en el siglo XVIII, por los túneles que salían de la cripta de la iglesia de la Compañía, y así burlaba a los celadores jesuitas; ya que alega Grenon, que no había jesuitas en el colegio para cuando Francia ingresó al Monserrat. Cosa que es cierto, ya que habían sido expulsados de estas tierras, pero menos cierto es esta información dicha por Sarmiento.

Sarmiento nunca dijo esto, es uno de los mitos más difundidos y repetido al unísono por TODOS los historiadores que han «tocado» el tema de los Túneles de Córdoba. La única referencia escrita de Sarmiento sobre los túneles de Córdoba la hizo en su obra «Facundo» (3), pero no menciona esta anécdota de Francia.

Otro argumento de Grenon es, refiriéndose a pasadizos que unirían las Iglesias entre sí, que tal cosa es una traspolación de la realidad de Buenos Aires (Donde admite la red de túneles coloniales que sirvió para el paso de tropa en caso de ataques) que nada tiene que ver con nuestra Córdoba, ya que somos una ciudad mediterránea y no había el peligro de ataques piratas o desde el mar como ocurría en Buenos Aires.

Nunca se comprobó que los túneles de Buenos Aires fueran concebidos para el fin que les atribuyó Grenon, ya que está probado que no fueron utilizados durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Tampoco se comprobó nunca la hipótesis del uso para contrabando, otra razón que podría pensarse para Buenos Aires y no para Córdoba.

Un tercer argumento de Grenon alude a los túneles de larga extensión, es decir entre Córdoba y las Estancias jesuíticas, como Alta Gracia y Jesús María. Estos no pudieron existir, porque (y en este punto se apoya en lo que dijo el Arq. Juan Kronfuss (4)) sería imposible cruzar bajo cursos de agua y las ventilaciones que requerirían estos subterráneos para poder ser transitados sin asfixiarse, hubieran delatado su existencia.

Sólo es real lo del cruce bajo ríos ya que no existía tecnología para hacer un túnel subfluvial en la época colonial; pero dejando de lado este punto, técnicamente era posible hacer un subterráneo extenso. Las ventilaciones por supuesto que serían imprescindibles, pero pudieron desparecer con el tiempo, como la mayor parte del túnel si no estaba revestido de material; incluso alguna haber quedado escondida en algún viejo pozo de agua, como hemos podido comprobar en nuestra investigación.

Las referencias más antiguas de los túneles entre Córdoba y Las Estancias Jesuíticas aluden a Alta Gracia y a Caroya (En su primitivo asentamiento), y no se necesita pasar bajo ningún curso de agua permanente para llegar hasta ellas desde la ciudad de Córdoba. Creo que la discusión habría que darla en cuanto a los «objetivos» para hacer tal obra y no en si era posible o no.

En 1975, Efrain Bischoff publica un trabajo más elaborado sobre el tema (5), que quedó como referencia obligada para los historiadores y consolidó la afirmación de que los túneles de Córdoba no son más que un mito. Bischoff recopiló algunos textos de diarios antiguos que relataban hundimientos en la ciudad atribuidos al colapso de alguna galería subterránea, que finalmente resultaban ser una falsa alarma; excavaciones civiles que encontraban túneles y finalmente eran acueductos abandonados. En fin, lo que había en Córdoba, a decir de Bischoff, eran “extensas vizcacheras y acequias tapadas”. No citó este autor en cambio artículos periodísticos que aludían a galerías subterráneas, que no resultaron falsas alarmas.

Si bien la publicación de Bischoff, es mucho más elaborada que la de Grenon, tiene errores (como  atribuir los túneles del Chateau Carreras a una obra de la 1º mitad del Siglo XX, realizada por Obras Sanitarias de la Nación; cuando en realidad datan del siglo XIX, y son obras de un particular) y sesgos importantes en la información que tenía disponible.

No saquemos tampoco del contexto político del momento las publicaciones de los anteriores autores. Existía un gran poder de la Iglesia, las Fuerzas Armadas y una clase social dominante católica ortodoxa con ideas conservadoras, en una Córdoba intervenida por las fuerzas de seguridad; a la que Bischoff y los historiadores del momento (y una década después también) adherían. Y la Iglesia, al igual que las fuerzas armadas, siempre ocultó la existencia de los túneles.

Y después de las publicaciones de Grenon y Bischoff, nunca más se publicó nada sobre el tema. Contradecir a estos autores podía resultar en un estigma difícil de cargar para algunos historiadores.

En Bs. As., la manzana Jesuítica se demolió casi completamente, quedando solo la Iglesia y la procuraduría de las Misiones. En el resto del solar se hicieron nuevas edificaciones, en donde aparecieron los túneles coloniales. Pero si uno los recorre no puede salir de la manzana, el avance de la ciudad los fragmentó y solo quedaron tramos cortos como en el cabildo y la propia manzana de las luces.

Aquí en Córdoba, nuestra “manzana de las Luces” está intacta y nunca se realizó una excavación arqueológica en el sitio. Lo más invasivo fue la apertura de la Calle Duarte Quirós en el siglo XIX (Que seccionó parte de la manzana original) y la reforma en 1927 del Colegio Monserrat, donde aparecieron túneles. Estos se cerraron y no se habló más del tema.

Siempre ha existido esa actitud de ocultar, censurar y tapiar. Fuera de los edificios históricos, insuficientemente investigados, sin contar aquellos inaccesibles como los conventos que datan de la colonia, se agregó el boom inmobiliario que hasta la sanción de la ley (2014) que obliga a un trabajo arqueológico antes de excavar dentro de las 70 manzanas de la ciudad colonial, no se declaraban los hallazgos para evitar que se parara la obra. Así se perdió gran cantidad de información y vestigios materiales del pasado.

Cuando aparece algún indicio de la existencia de los túneles, a modo de punta de iceberg, se tapa rápidamente y si no pasa desapercibido se enuncia que se estudiará en un futuro incierto.

En definitiva, una versión “oficial”, “académica” y “seria” sigue negando la existencia de túneles en Córdoba, sin poder demostrar que el tema de los túneles de Córdoba es una leyenda urbana.

REFERENCIAS

1- Grenon, Pedro. S.J., Los subterráneos cordobesesno existieron, ni podían existir. Córdoba, 1973.

2- José Gaspar Rodríguez de Francia. (Asunción, 1766 – 1840). Estadista paraguayo, conocido como el doctor Francia, que fue supremo dictador del país durante 26 años (1814-1840). En su juventud estudió en el Colegio Monserrat de la Ciudad de Córdoba.

3- Sarmiento, Domingo F., Facundo o Civilización y barbarie en las pampas Argentinas, Paris, 1874.  Hablando de la ciudad de Córdoba, después de referirse a la Iglesia Catedral y la Plaza Principal (Hoy San Martín), escribe Sarmiento: A una cuadra está el templo i convento de la Compañía de Jesus, en cuyo presbiterio hai una trampa que da entrada a subterráneos que se estienden por debajo de la ciudad, i van a parar no se sabe todavía a dónde; también se han encontrado los calabozos en que la Sociedad sepultaba vivos a sus reos. (Pag. 75).

4- Kronfuss, Juan. Arquitectura colonial en Argentina, Córdoba, 1920, pág. 44.

5- Bischoff, Efraín U. Los túneles de Córdoba, una antigua conseja. Córdoba, 1975.

Sergio A. Tissera, G.S.T. – Grupo SpeleoTúnel.

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Un comentario en “LOS MÍTICOS TÚNELES DE CÓRDOBA

  1. Siempre me agrada leer sus trabajos por la rigurosidad histórica que presentan. y aunque este artículo es de hace varios años, querría hacerles una pequeña observación:
    En Córdoba la Manzana Jesuítica no debe llamarse «Manzana de las Luces» porque en Bs. As. alude a las «luces» de la Ilustración, período posterior a la época jesuítica.
    Aquí lo correcto es es «Manzana Jesuítica».
    Esta información nos fue proporcionada verbalmente por el arquitecto Edgardo Venturini, quien entre otros cargos, es miembro del International Council on Monuments and Sites (Icomos), organismo internacional que asesora a la Unesco en materia de protección del patrimonio cultural y paisajes históricos.
    Muy atentamente

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